¿Extrañas mucho a alguien que
ya no está entre nosotros? ¿Me creerías si te digo que hay una forma de
volver a hablar con esa persona? ¿Qué estás dispuesto a hacer para
volver a ver a un ser querido? Quizá debas meditar un poco esta última
pregunta, porque puede ser la última que te plantees.
Elige con cuidado la persona con la que deseas hablar, ya que solo tendrás una oportunidad de hacerlo. A la gente del otro lado no le gusta que nos entrometamos en sus asuntos, y si te descubren es probable que te arrastren a su mundo por la fuerza.
Es importante que pienses objetivamente en la persona, más allá del cariño que le tengas. Intenta juzgar su vida, e intenta discernir si pertenece ahora al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. Si esta persona ha ido al Infierno, es muy probable que una vez abierta la barrera cueste cerrarla sin efectos colaterales. Si pese a esto decides continuar es bajo tu propio riesgo.
Necesitarás una fotografía de la persona, sal, un espejo, una pertenencia de esa persona -en lo posible una preciada-, pétalos de rosa roja, dos velas y una pregunta cuya respuesta conozcas muy bien y que solo esta persona sabría contestar…mientras más precisa sea la respuesta a la pregunta, mejor es. Puedes agregar algún amuleto personal que te proteja.
Siéntate a oscuras en el suelo, rodeándote en un círculo hecho con sal y pétalos de rosa. Conserva un par de pétalos en tu regazo, puede que los necesites luego. Coloca las velas a cada lado del espejo, de modo tal que puedas ver tus ojos en el reflejo sin ningún problema.
Sé que esto te va a resultar muy difícil, pero es necesario que lo hagas: intenta no pensar en la pregunta, o por lo menos en su respuesta, hasta que sea el momento de enunciarla.
Toca el espejo con una mano y sostén la pertenencia y la foto con la otra, cierra los ojos. Cuenta hasta diez y llama a esa persona por su nombre completo. Di el nombre de la persona y seguido de eso, di: “Quiero hablar contigo”. Hazlo hasta que sientas que la temperatura de la mano con la que estás tocando el espejo disminuye bruscamente. Sí, lo lograste: hay un muerto en el espejo. Ahora solo debes asegurarte de que sea realmente el que tú deseas. Quita tu mano del espejo, sonríe y saluda cordialmente –si no haces esto, verás a la persona con la apariencia que tuvo en el segundo previo a su muerte, y la imagen no suele ser muy grata-. Ahora puedes abrir los ojos.
Frente a ti, en lugar de tu reflejo, encontrarás a la figura de tu ser querido. Controla tu emoción, aún no puedes hablarle de lo que sea. Dile que lo extrañas, pregúntale si es realmente él/ella –te dirá que si irremediablemente- y hazle algunas preguntas personales fáciles de contestar. Actúa completamente confiado, debes aparentar que crees plenamente que aquel espíritu manifestado en el espejo es tu ser querido. Cuando sientas que lo has convencido de que confías en el/ella, suelta la pregunta que tenías preparada. Si tarda en contestar, no contesta o simplemente sonríe, arroja los pétalos de rosa al cristal. Eso te dará tiempo de romper el espejo y estarás a salvo. Cubre los cristales con algo para no reflejarte en ellos y quema el espejo. No rompas el espejo haciendo contacto con tu piel, y mucho menos te lastimes mientras lo haces: le pertenecerás para siempre si tú o tu sangre lo tocan.
Si la persona te contesta correctamente, tu experimento ha resultado. Ahora tienes veinte minutos para hablar con la persona y decirle todo lo que quieras. Solo veinte, pues no puedes arriesgarte a que alguien del otro lado note lo que estás haciendo.
Pasados los veinte minutos, le dirás a la persona que debes irte (no te preocupes por controlar el tiempo, sabrás cuándo decírselo porque comenzarás a escuchar murmullos). Extiende tu mano con su pertenencia y apóyala en el cristal del espejo. Esta se reflejará y tu ser querido tomará el reflejo. Te dará las gracias y se marchará. Si en algún momento de tu conversación la persona mira a sus espaldas o te dice que siente que alguien se acerca, termina el ritual ahí mismo, haciendo lo que te expliqué antes.
Guarda algunos pétalos de rosas y colócalos bajo la almohada en la que duermas, como última medida cautelar. Luego, duerme tranquilo: has logrado vencer la frontera de la vida y la muerte.