viernes, 28 de diciembre de 2012

Cómo hablar con los muertos.

¿Extrañas mucho a alguien que ya no está entre nosotros? ¿Me creerías si te digo que hay una forma de volver a hablar con esa persona? ¿Qué estás dispuesto a hacer para volver a ver a un ser querido?  Quizá debas meditar un poco esta última pregunta, porque puede ser la última que te plantees.

Existe una barrera que separa el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, pero eso no significa que no pueda romperse o debilitarse. Eso es lo que voy a enseñarte a hacer. Esta barrera se hace más delgada a las 3.00 a.m. , por lo que el ritual debe practicarse a esta hora. Es importante que nunca lo hagas en fechas de celebraciones a los muertos (La noche de Walpurguis, Halloween…), ya que la barrera es demasiado delgada en esas fechas, y corremos el riesgo de traer a personas -y no tan personas- indeseadas.
Elige con cuidado la persona con la que deseas hablar, ya que solo tendrás una oportunidad de hacerlo. A la gente del otro lado no le gusta que nos entrometamos en sus asuntos, y si te descubren es probable que te arrastren a su mundo por la fuerza.

Es importante que pienses objetivamente en la persona, más allá del cariño que le tengas. Intenta juzgar su vida, e intenta discernir si pertenece ahora al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. Si esta persona ha ido al Infierno, es muy probable que una vez abierta la barrera cueste cerrarla sin efectos colaterales. Si pese a esto decides continuar es bajo tu propio riesgo.

Necesitarás una fotografía de la persona, sal, un espejo, una pertenencia de esa persona -en lo posible una preciada-, pétalos de rosa roja, dos velas y una pregunta cuya respuesta conozcas muy bien y que solo esta persona sabría contestar…mientras más precisa sea la respuesta a la pregunta, mejor es. Puedes agregar algún amuleto personal que te proteja.

Siéntate a oscuras en el suelo, rodeándote en un círculo hecho con sal y pétalos de rosa. Conserva un par de pétalos en tu regazo, puede que los necesites luego. Coloca las velas a cada lado del espejo, de modo tal que puedas ver tus ojos en el reflejo sin ningún problema.

Sé que esto te va a resultar muy difícil, pero es necesario que lo hagas: intenta no pensar en la pregunta, o por lo menos en su respuesta, hasta que sea el momento de enunciarla.
Toca el espejo con una mano y sostén la pertenencia  y la foto con la otra, cierra los ojos. Cuenta hasta diez y llama a esa persona por su nombre completo. Di el nombre de la persona y seguido de eso, di: “Quiero hablar contigo”. Hazlo hasta que sientas que la temperatura de la mano con la que estás tocando el espejo disminuye bruscamente. Sí, lo lograste: hay un muerto en el espejo. Ahora solo debes asegurarte de que sea realmente el que tú deseas. Quita tu mano del espejo, sonríe y saluda cordialmente –si no haces esto, verás a la persona con la apariencia que tuvo en el segundo previo a su muerte,  y la imagen no suele ser muy grata-. Ahora puedes abrir los ojos.

Frente a ti, en lugar de tu reflejo, encontrarás a la figura de tu ser querido. Controla tu emoción, aún no puedes hablarle de lo que sea. Dile que lo extrañas, pregúntale si es realmente él/ella –te dirá que si irremediablemente- y hazle algunas preguntas personales fáciles de contestar. Actúa completamente confiado, debes aparentar que crees plenamente que aquel espíritu manifestado en el espejo es tu ser querido. Cuando sientas que lo has convencido de que confías en el/ella, suelta la pregunta que tenías preparada. Si tarda en contestar, no contesta o simplemente sonríe, arroja los pétalos de rosa al cristal. Eso te dará tiempo de romper el espejo y estarás a salvo. Cubre los cristales con algo para no reflejarte en ellos y quema el espejo.  No rompas el espejo haciendo contacto con tu piel, y mucho menos te lastimes mientras lo haces: le pertenecerás para siempre si tú o tu sangre lo tocan.

Si la persona te contesta correctamente, tu experimento ha resultado. Ahora tienes veinte minutos para hablar con la persona y decirle todo lo que quieras. Solo veinte, pues no puedes arriesgarte a que alguien del otro lado note lo que estás haciendo.

Pasados los veinte minutos, le dirás a la persona que debes irte (no te preocupes por controlar el tiempo, sabrás cuándo decírselo porque comenzarás a escuchar murmullos). Extiende tu mano con su pertenencia y apóyala en el cristal del espejo. Esta se reflejará y tu ser querido tomará el reflejo. Te dará las gracias y se marchará.  Si en algún momento de tu conversación la persona mira a sus espaldas o te dice que siente que alguien se acerca, termina el ritual ahí mismo, haciendo lo que te expliqué antes.

Guarda algunos pétalos de rosas y colócalos bajo la almohada en la que duermas, como última medida cautelar. Luego, duerme tranquilo: has logrado vencer la frontera de la vida y la muerte.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Corre


Sólo sé que nos persiguen, caminantes sin mente poseídos por un hambre caníbal del que jamás podrán liberarse. Heme aquí luchando por abrirme paso entre cacharros de metal sin gasolina esparcidos en un imposible laberinto que complican el paso a cualquiera, incluso a ellos.

¿Dónde está Ali?, ella estaba justo a mi lado, hace unos momentos…


Eso creo. Porque de repente me siento confusa en relación a mi sentido de orientación.

Lo único que tengo bien claro es que tengo qué ir rápido, más rápido. Veo a más personas huyendo hacia la misma dirección, lejos, algunos gritando desesperados por encontrar un lugar donde ponerse a salvo. No son muchos, después de todo. Ya no quedamos muchos.

-¡Ali! –trato de gritar, aunque mi garganta está seca. Extrañamente seca. Tengo tanta sed… No recuerdo cuándo fue la última vez que tomé un trago de agua. En cualquier caso, no es lo más importante ahora, mientras siga avanzando.

Algunos de los que corren pocos metros adelante me miran, supongo que me estoy quedando atrás; pero claro que no me hacen caso, mucho menos se detienen. Debe importarles más salvar su propia vida.

Quiero avanzar más rápido, pero algo me lo impide. Tal vez las exclamaciones de terror o las miradas de horror a mi alrededor.

Ali ha de andar por ahí, aún viva, tal vez unos metros más adelante, pero viva. Ella tiene qué estar bien entre la gente no contagiada. ¡Tiene qué!

Mi prima es lo único que me queda aquí, en este mundo contaminado bacteriológicamente. No puede haberle pasado nada; es como una hermana para mí.

¡Agh!, ¡Tengo tanta sed!… siento que no podré continuar por mucho tiempo… pero, ¡Por el bien de Ali!, tengo qué hacer un mayor esfuerzo.

Conforme avanzo veo los cadáveres, tanto enfermos y medio acabados como sanos medio completos, tumbados a ambos lados del camino; pareciera que una bestia pasó destruyendo a todos en su camino.

El ardor crece en mi garganta, siento que me quedo sin aliento.

Algo me llama la atención. Un azul brillante relampaguea bajo los rayos del sol, con adornos cafés insertados con hilo. Yo reconozco esa prenda; es el suéter que Ali llevaba hace rato, cuando la perdí de vista. Es que todo había sucedido de la nada; de repente la alarma se disparó y todos debimos salir corriendo de la zona bajo ataque.

-¡Ali-gh! –de nuevo no puedo gritarle, el peso de mi garganta se expande deseando agua, mis pasos se retrasan tropezando con botes de lata. Si no me muevo, me alcanzarán pronto.

Creo que casi alcanzo a mi prima; ahora la puedo ver más cerca. Me mira como si no creyera lo que ve; ¡Debe estar tan feliz de verme! Sonrío a pesar del esfuerzo que conlleva. Ella no se detiene, y eso es bueno, pues la ventaja que tiene le permitirá llegar a algún salvamento.

Siento toser con dificultad, mientras no soporto el dolor de la garganta. Se extiende poco a poco, temo caer deshidratada en un segundo. La expresión de Ali es alarmante. Y es que, miro atrás, hay muchos de ellos caminando rápido para alcanzarnos.

“¡Sigue corriendo, Ali!, ¡No te detengas!”, quisiera poder decirle, pero sé que no podré. La sed me está consumiendo, controlando mi cabeza, ordenándole que tengo qué conseguir algo para beber. Es insoportable.

Sin embargo sí puedo seguir mirándola. Y observo con detenimiento que se nota deteriorada, como cansada de tanto andar; ¿Pero quién no lo está?, todos huimos ahora. Ella también tiene la boca seca, está muy delgada, ojeras bajo sus ojos, y su ropa… su ropa está algo sucia y marcada con tiempo. Pero… ¿Cómo es posible que ese azul brillante haya reducido dos tonos su color en menos de una hora? Y los adornos cafés, están desgarrados por su carrera a través de la ciudad.

No entiendo. Sólo la perdí un poco tiempo, antes de salir del edificio de alojamiento provisional. Yo la alerté para que bajara por las escaleras de incendio, para salir por la calle de al lado, no por donde estarían los infectados; antes de que la masa humana me arrastrara por el lado contrario. Luego me encuentro de nuevo aquí, corriendo por mi vida…

Es mejor que ella siga en marcha, porque pierdo esperanzas sobre mí cuando siento un pesado caminar acercándoseme. Es aterrador imaginar a un muerto detrás de ti, a pocos pasos.

La sed se atora en mi estómago a la vez que llega el ser desfigurado. Observo a mi lado al desgarrado que avanza con un brazo sin responderle y sangre y piel desparramadas en el cuerpo.

Un momento… él me ignora. En cambio, algo adelante parece atraerle más que yo. El ardor del estómago es intenso. Es un vacío que tengo qué llenar; me da impulso para seguir adelante. Ali está muy cerca.

Entonces me doy cuenta, de que no es sed lo que siento, sino hambre. Hambre feroz que me consumirá si no la apago antes. Pero aquí no hay nada qué comer. Nada más que personas. Esas personas que corren fuera de mi alcance; presas aterradas por su consumidor.

Consigo recordar que conseguí salir del edificio, mas no escapar de uno de ellos, quien me mordió arrancando un pedazo de mi brazo. Entonces me infecté. Entonces me perdí, hasta ahora. Hasta que conseguí encontrar a mi prima.

Sí, quería encontrarla… Pero no pretendia ayudarla a escapar.

sábado, 11 de agosto de 2012

La muñeca tuerta.

Dos amigos encuentran enterrada en el bosque una extraña muñeca tuerta que parece haberse convertida en la casa de cientos de gusanos y bichos. Un escalofrío les recorrerá la espalda al desenterrarla, nunca debieron haberlo hecho…

Pedro era casi como un hermano para Juan ya que ambos se conocían desde hace algunos años y eran inseparables. Los dos iban al mismo insti
tuto, estaban en la misma clase y, casi siempre que organizaban trabajos en grupo se juntaban.

Un día la maestra de Ciencias Naturales mandó una tarea bastante rara aunque ciertamente entretenida: los alumnos debían traer muestras de distintos tipos de tierra según el nivel de profundidad, guardando en bolsitas un puñado de tierra cada cinco centímetros que horadaran en ella. Como de costumbre, Juan y Pedro se juntaron para trabajar, aunque en realidad aquello de “trabajar” era un pretexto, una excusa perfecta para que ambos consigan el permiso de sus padres para ir al bosque de las afueras de la ciudad.

Una vez allí decidieron que no deberían adentrarse demasiado ya que correrían el peligro de perderse, no sería la primera vez que algún excursionista poco experimentado se desorientaba en él (en algunos casos con funestos resultados). Marcaron con una tiza todos los árboles por los que pasaban para no confundir el camino de vuelta y empezaron a adentrarse un poco más de lo pactado en las profundidades de la imponente masa de árboles. Llegado a un punto un extraño claro les llamó la atención.

– Este sitio es perfecto para escavar, aquí seguro que no nos molestan las raíces de los árboles y además esas piedras parecen “cómodas” y podemos sentarnos a comer un bocadillo- dijo Juan.

– El bocadillo me lo comeré yo mientras escavas, porque desde luego yo no me pienso ensuciar la camiseta nueva” – bromeó Pedro poniendo voz de niña consentida.

– Hagamos una cosa, nos comemos el bocadillo ahora y con el estómago lleno nos lo jugamos a cara o cruz” – dijo Juan que tenía hambre desde hacía casi una hora.

Tras quince o veinte minutos de risas y bromas, acabaron su almuerzo y Juan sacó una moneda.

– El que pierda empieza, estamos cinco minutos cada uno y continúa el otro. Que por la “bruja de ciencias” no me pienso partir la espalda. Tampoco vamos a enterrar a nadie, así que 50 centímetros de profundidad como mucho.

– Vale, prepárate a perder – dijo Pedro mientras sacaba de su mochila las herramientas de jardinería que le había pedido prestadas a su padre.

Juan perdió el lanzamiento y un poco desganado empezó a buscar por todas partes para elegir donde comenzar a cavar. Vio de pronto un montón de hongos rojos con puntos blancos, todos creciendo juntos en el mismo lugar. Aquello suscitó en él un entusiasmo infantil que le hizo correr a cavar en el lugar como si las setas le indicasen con su presencia la posibilidad de encontrar algo extraño bajo tierra.

– Le voy a guardar unas pocas setas a la bruja, con un poco de suerte serán venenosas jajaja – dijo mientras metía en una de las pequeñas bolsas una muestra de tierra de la superficie.

Al tocar la tierra con sus manos sintió un escalofrío por todo el cuerpo, de pronto comenzó a tener miedo y se levantó de golpe.

– ¡Tengo frío, aquí hace más frío que en todo el bosque! – le gritó a Pedro.

– ¡Jajaja!, ay sí, ay sí, estás encima de un lugar maldito o hay un fantasma justo donde estás cavando – le dijo Pedro ridiculizando a su amigo.

Juan por hacerse el valiente siguió cavando y juntando la tierra en bolsitas diferentes cada cinco centímetros de profundidad. Entretanto, Pedro exploraba el paisaje y jugaba al fútbol con una piedra.

– ¡Mira! – gritó Juan cuando llevaba unos minutos cavando. Pedro fue corriendo a ver lo que Juan le mostraba con tanta exaltación, una muñeca pelirroja de unos treinta centímetros. Al mirarla sintió que un escalofrío le recorría la médula y que el asco se anudaba en su cuello como una larga escolopendra llena de punzantes y grotescas patas.

– ¡Aaaaaggh suelta eso! – exclamó Pedro con una mezcla de terror y asco mientras se apartaba de aquella repulsiva muñeca tuerta que Juan sostenía en su mano.

Juan que parecía confundido miró de nuevo a la muñeca y la soltó horrorizado al ver lo mismo que Pedro: gusanos, enormes gusanos blancos. Se contorsionaban dentro de la cabeza de goma de la muñeca, se agitaban como poseídos y comenzaron a sacar sus pequeñas cabezas por la cavidad en que alguna vez estuvo el ojo faltante de esa muñeca pelirroja cubierta por una ropa que misteriosamente conservaba su blancura casi intacta…

– Pero si cuando la desenterré estaba bien, era preciosa y parecía sonreírme.

El único ojo que le quedaba a la muñeca era inquietante: grande pero con la parte blanca pintada de negro y con un iris pequeño e intensamente rojo en el cual había una diminuta y demoníaca pupila.

¿Qué clase de enfermo mental habría escondido una muñeca tuerta bajo tierra? ¿Por qué los gusanos se aglomeraban en la cabeza de la muñeca? ¿Sería verdad lo del frío que mencionó Juan?

Ambos chicos, realmente asustados, salieron corriendo del lugar, sintiendo como la mirada del único ojo de esa muñeca se les clavaba en la espalda. Únicamente pararon un par de veces, veces en las que Juan se detuvo a vomitar, cosa normal si pensamos que tuvo en sus manos cientos de gusanos sin darse cuenta. Pero al llegar a casa a Juan parecía que no le abandonaban las nauseas, seguía vomitando y su cara tornó a un tono amarillento pálido.

Los dos amigos pensaron que se recuperaría en una par de horas, pero no fue así, con el paso de los días cada vez estaba más delgado, pálido y débil. Tenía el aspecto de uno de esos enfermos terminales que llevan años luchando contra la muerte en una habitación de hospital y los médicos no acertaban a diagnosticar una causa para su enfermedad. Una semana después de desenterrar la muñeca Juan murió.

Desconsolado por la muerte de su amigo, Pedro empezó a relacionarse cada vez menos con los demás y a pasar los recreos en la biblioteca del colegio, en su casa devoraba libros ávidamente y los fines de semana visitaba librerías. Los libros eran sus nuevos amigos, y su refugio. Buscaba explicaciones médicas y poder entender que le pasó a su amigo, pero los síntomas que sufrió Juan eran tantos que parecía que había contraído varias enfermedades mortales simultáneamente.

Un día, en una extraña librería, Pedro encontró dentro de la sección de Esoterismo un libro sobre ritos y leyendas. Era un libro viejo y usado, un libro de esos que ya casi no se encuentran y que tienen extraños dibujos entre sus páginas cubiertas de polvo. Allí decía lo siguiente junto al dibujo de una muñeca igual (excepto por que no estaba tuerta) a la que encontró su amigo:

‹‹El que tenga un mal incurable, que entierre una muñeca igual a ésta mientras entona esta invocación. Su enfermedad quedará atrapada en la muñeca. Pero el primero que la encontrase recibirá la enfermedad y morirá salvo que realice este mismo ritual››

Todo estaba claro: los gusanos, los hongos, el frío, todos eran indicios de que la muñeca que encontraron en el bosque era una muñeca maldita. Una muñeca en la que por medio de algún pacto o brujería alguien había desatado una maldición que condenaría a enfermar a aquel que la encontrara mientras él curaba su cuerpo y sentenciaba su alma.

En algunas creencias del vudú el uso de muñecos que simbolizan personas es habitual, estos “fetiches” pueden tanto usarse para hacer daño como para controlar a sus víctimas. En sí el muñeco es la representación de una persona y sufre y padece todos sus males y por contrapartida todo daño o mal hecho al muñeco lo sufre la persona ligada. Esta leyenda probablemente naciera como la adaptación de estas prácticas de magia negra.

domingo, 22 de julio de 2012

Carta de un loco.


Querido doctor, me pongo en sus manos. Haga usted de mí lo que guste.

Voy a decirle con toda franqueza mi extraño estado de ánimo, y juzgue si no sería mejor que cuidasen de mí durante algún tiempo en una casa de salud, en vez de dejarme presa de las alucinaciones y sufrimientos que me atormentan.

Ésta es la historia, larga y exacta, de la singular enfermedad de mi alma.

Vivía yo como todo el mundo, mirando la vida con los ojos abiertos y ciegos del hombre, sin sorprenderme ni comprender. Vivía como viven las bestias, como vivimos todos, cumpliendo todas las funciones de la existencia, analizando y creyendo ver, creyendo saber, creyendo conocer lo que me rodea, cuando un día me di cuenta de que todo es falso.

Fue una frase de Montesquieu la que súbitamente iluminó mi pensamiento. Es ésta: «Un órgano de más o de menos en nuestra máquina nos hubiera dado una inteligencia distinta. En una palabra, todas las leyes asentadas sobre el hecho de que nuestra máquina es de una determinada forma serían diferentes si nuestra máquina no fuera de esa forma.»

He pensado en esto durante meses, meses y meses, y poco a poco ha penetrado en mí una extraña claridad, y esa claridad ha creado ahí la oscuridad.

En efecto, nuestros órganos son los únicos intermediarios entre el mundo exterior y nosotros. Es decir, que el ser interior que constituye el yo se halla en contacto, mediante algunos hilillos nerviosos, con el ser exterior que constituye el mundo.


Pero, además de que ese ser exterior se nos escapa por sus proporciones, su duración, sus propiedades innumerables e impenetrables, sus orígenes, su futuro o sus fines, sus formas lejanas y sus manifestaciones infinitas, nuestros órganos, sobre la parcela que de él podemos conocer, no nos suministran otra cosa que informes tan inseguros como poco numerosos.

Inseguros, porque únicamente son las propiedades de nuestros órganos las que determinan para nosotros las propiedades aparentes de la materia.

Poco numerosos, porque al no ser nuestros sentidos más que cinco, el campo de sus investigaciones y la naturaleza de sus revelaciones se hallan necesariamente muy restringidos.

Me explico: la vista nos indica las dimensiones, las formas y los colores. Nos engaña en esos tres puntos.

No puede revelarnos otra cosa que los objetos y seres de dimensión media, proporcionados a la estatura humana, lo cual nos lleva a aplicar la palabra grande a determinadas cosas y la palabra pequeño a otras, sólo porque su debilidad no le permite conocer lo que es demasiado vasto o demasiado menudo para él. De ahí resulta que no se sabe ni se ve casi nada, que el universo casi entero le queda oculto, la estrella que habita el espacio y el animálculo que habita la gota de agua.

Incluso aunque tuviera cien millones de veces su potencia normal, aunque viese en el aire que respiramos todas las especies de seres invisibles, así como los habitantes de los planetas próximos, todavía quedarían numerosos infinitos de especies de animales más pequeños y mundos tan lejanos que jamás alcanzaría.

Así pues, todas nuestras ideas de proporción son falsas porque no hay límite posible en la magnitud ni en la pequeñez.

Nuestra apreciación sobre las dimensiones y las formas no tiene ningún absoluto al venir determinada únicamente por la potencia de un órgano y por una comparación constante con nosotros mismos.

Hemos de añadir que la vista todavía es incapaz de ver lo transparente. Un cristal sin defecto la engaña. Lo confunde con el aire que tampoco ve.

Pasemos al color.

El color existe porque nuestra vista está hecha de modo que transmite al cerebro, en forma de color, las diversas formas en que los cuerpos absorben y descomponen, siguiendo su constitución química, los rayos luminosos que dan en ellos.

Todas las proporciones de esa absorción y de esa descomposición constituyen matices.

Así pues, este órgano impone a la inteligencia su modo de ver, mejor dicho, su forma arbitraria de constatar las dimensiones y de apreciar las relaciones de la luz y la materia.

Analicemos el oído.

Somos juguetes y víctimas, más todavía que en el caso de la vista, de ese órgano fantasioso.

Dos cuerpos, al chocar, producen cierta vibración de la atmósfera. Ese movimiento hace estremecerse en nuestra oreja cierta pielecilla que trueca inmediatamente en ruido lo que en realidad no es otra cosa que una vibración.

La naturaleza es muda. Pero el tímpano posee la propiedad milagrosa de transmitirnos en forma de sentidos, y de sentidos diferentes según el número de vibraciones, todos los estremecimientos de las ondas invisibles del espacio.

Esa metamorfosis realizada por el nervio auditivo en el breve trayecto de la oreja al cerebro nos ha permitido crear un arte extraño, la música, la más poética y precisa de las artes, vaga como un sueño y exacta como el álgebra.

¿Qué decir del gusto y del olfato? ¿Conoceríamos los perfumes y la calidad de los alimentos sin las propiedades peregrinas de nuestra nariz y nuestro paladar?

Sin embargo, la humanidad podría existir sin oído, sin gusto y sin olfato, es decir, sin ninguna noción del ruido, del sabor y del olor.

Así pues, si tuviéramos algunos órganos menos, desconoceríamos cosas admirables y singulares, pero si tuviéramos algunos más, descubriríamos a nuestro alrededor una infinidad de otras cosas que nunca supondremos por falta de medio para constatarlas.

Por lo tanto, nos equivocamos cuando juzgamos lo Conocido, y estamos rodeados de Desconocido inexplorado.

Por lo tanto, todo es inseguro, y puede apreciarse de diferentes maneras.

Todo es falso, todo es posible, todo es dudoso.

Formulemos esta certidumbre sirviéndonos del viejo proverbio: «Verdad a este lado de los Pirineos, error al otro lado.»

Y decimos: verdad en nuestro órgano, error en el de al lado.

Dos y dos no deben ser cuatro fuera de nuestra atmósfera.

Verdad en la tierra, error más lejos, de donde deduzco que los misterios vislumbrados como la electricidad, el sueño hipnótico, la transmisión de la voluntad, la sugestión y todos los fenómenos magnéticos sólo siguen ocultos para nosotros porque la naturaleza no nos ha proporcionado el órgano o los órganos necesarios para comprenderlos.

Después de haberme convencido de que todo lo que me revelan mis sentidos sólo existe para mí tal como yo lo percibo, y de que sería totalmente diferente para otro ser organizado de otro modo, después de haber llegado a la conclusión de que una humanidad hecha de otra forma tendría sobre el mundo, sobre la vida y sobre todo ideas absolutamente opuestas a las nuestras, porque el acuerdo de las creencias sólo deriva de la similitud de los órganos humanos, y las divergencias de opiniones provienen únicamente de ligeras diferencias de funcionamiento de nuestros hilillos nerviosos, he hecho un esfuerzo de pensamiento sobrehumano para suponer lo impenetrable que me rodea.

¿Me he vuelto loco?

Me he dicho: «Estoy rodeado de cosas desconocidas.» He supuesto al hombre desprovisto de orejas y he supuesto el sonido como suponemos tantos misterios ocultos; el hombre constata fenómenos acústicos cuya naturaleza y procedencia no podría determinar. Y he tenido miedo de todo lo que me rodea, miedo del aire, miedo de la oscuridad. Desde el momento en que no podemos conocer casi nada, y desde el momento en que todo es ilimitado, ¿qué es el resto? ¿No es el vacío? ¿Qué hay en el vacío aparente?

Y ese terror confuso de lo sobrenatural que acosa al hombre desde el nacimiento del mundo es legítimo, porque lo sobrenatural no es otra cosa que lo que permanece velado para nosotros.

Entonces he comprendido el espanto. Me ha parecido que rozaba constantemente el descubrimiento de un secreto del universo.

He intentado aguzar mis órganos, excitarlos, hacerles percibir por momentos lo invisible.

Me he dicho: «Todo es un ser. El grito que pasa en el aire es un ser comparable a la bestia, puesto que nace, produce un movimiento y se transforma incluso para morir. Por lo tanto, el espíritu pusilánime que cree en seres incorpóreos no se equivoca. ¿Quiénes son?»

¡Cuántos hombres los presienten, se estremecen cuando se acercan, tiemblan con su imperceptible contacto! Uno los siente a su lado, alrededor, pero es imposible distinguirlos, porque no tenemos los ojos que los verían, o mejor dicho el órgano desconocido que podría descubrirlos.

Así pues, sentía en mí, más que nadie, a esos transeúntes sobrenaturales. ¿Seres o misterios? ¿Lo sé acaso? No podría decir lo que son, pero siempre podría señalar su presencia. Y he visto -he visto un ser invisible- hasta donde puede verse a esos seres.

Permanecía noches enteras inmóvil, sentado ante mi mesa, con la cabeza entre las manos y pensando en esto, pensando en ellos. De pronto creí que una mano intangible, o más bien un cuerpo inasequible, rozaba ligeramente mi pelo. No me tocaba, por no ser de esencia carnal, sino de esencia imponderable, incognoscible.

Pero una noche oí crujir el entarimado a mis espaldas. Crujió de un modo singular. Me estremecí. Me volví. No vi nada. Y no volví a pensar en ello.

Pero al día siguiente, a la misma hora, se produjo el mismo ruido. Tuve tanto miedo que me levanté, seguro, completamente seguro de que no estaba solo en mi cuarto. No se veía nada sin embargo. El aire estaba límpido y transparente en todas partes. Mis dos lámparas iluminaban todos los rincones.

El ruido no se repitió y fui calmándome poco a poco; sin embargo, permanecía inquieto y me volvía a menudo.

Al día siguiente me encerré a hora temprana, buscando la forma en que podría conseguir ver lo Invisible que me visitaba.

Y lo vi. Estuve a punto de morir de terror.

Había encendido todas las bujías de mi chimenea y de mi lustro. La habitación estaba iluminada como para una fiesta. Sobre la mesa ardían mis dos lámparas.

Frente a mí, la cama, una vieja cama de roble con columnas. A la derecha, mi chimenea. A la izquierda, la puerta, con el cerrojo echado. A mi espalda, un grandísimo armario de luna. Me miré en él. Tenía unos ojos extraños y las pupilas muy dilatadas.

Luego me senté como todos los días.

La víspera y la antevíspera el ruido se había producido a las nueve y veintidós minutos. Esperé. Cuando llegó el momento preciso, percibí una sensación indescriptible, como si un fluido, un fluido irresistible hubiera penetrado en mí por todas las parcelas de mi carne, sumiendo mi alma en un espanto atroz. Y se produjo el crujido, justo a mi lado.

Me incorporé volviéndome tan deprisa que estuve a punto de caerme. Se veía como en pleno día, ¡pero yo no me vi en el espejo! Estaba vacío, claro, lleno de luz. Yo no estaba dentro, y sin embargo me hallaba enfrente. Lo miré con ojos enloquecidos. No me atrevía a avanzar hacia él, sintiendo que entre nosotros se interponía él, lo Invisible, y que me tapaba.

¡Qué miedo pasé! Y he aquí que empecé a verlo envuelto en bruma en el fondo del espejo, en una bruma como a través del agua; y me parecía que aquella agua fluía de izquierda a derecha, lentamente, volviéndome más preciso segundo a segundo. Era como el final de un eclipse. Lo que me tapaba no tenía contornos, sino una especie de transparencia opaca que iba aclarándose poco a poco.

Y finalmente pude verme con claridad, como hago todos los días cuando me miro.

¡Lo había visto!

Y no he vuelto a verlo.

Pero lo espero sin cesar, y siento que mi cabeza se extravía en esa espera.

Permanezco horas, noches, días y semanas delante del espejo esperándolo. ¡Ya no viene!

Ha comprendido que yo lo había visto. Mas yo sé que lo esperaré siempre, hasta la muerte, que lo esperaré sin descanso, delante de ese espejo, como un cazador al acecho.

Y en ese espejo empiezo a ver imágenes locas, monstruos, cadáveres horribles, toda clase de bestias espantosas, de seres atroces, todas las visiones inverosímiles que deben acosar la mente de los locos.

Ésta es mi confesión, querido doctor. Dígame qué debo hacer.

FIN

miércoles, 27 de junio de 2012

El Gato Sin Ojos.

“Escribo porque no tengo nada mejor que hacer, porque necesito que sepan la verdad y porque es lo único que él me deja hacer.
Lo que ocurrió es tan bizarro, paranormal e ilógico que no podría imaginar que mucha gente crea lo que estoy por contar. Soy un escritor de una editorial muy exigente, justo había terminado una buen libro de auto superación, pero tenía errores y me habían obligado a corregirlos para entregarlo de nuevo una semana después.
Siempre fui un amante de los animales y no estoy en mi ciudad natal, vine porque en esta ciudad esta el plantel principal de la editorial, solo estoy de viaje y vengo de lejos, no pude traer mis mascotas por lo largo del viaje, estoy en un pequeño departamento sin compañía, iba directo a una tienda de mascotas para conseguir un compañero temporal, y no sentirme solo mientras estaba encerrado arreglando los pequeños errores del libro
Camino hacia el lugar me tope con un gato que no tenía ojos. Extrañamente no me dio miedo, incluso me dio lástima, así que decidí tomarlo. Justo ahora me arrepiento de haberlo hecho.
Lo llevé a revisar a con un veterinario para ver que no tuviera algo grave, solo tenía una pequeña infección en la pierna, pero apenas estaba emergiendo, así que fue fácil erradicarla. En la sala del veterinario era fácil notar que yo era el único al que no le daba asco la situación del gato, nunca le puse nombre, tanto por que no me dio tiempo, como que todavía no me quería encariñar tanto con el.
Una vez en casa lo dejé que jugara libre por el apartamento. A pesar de estar ciego parecía saber exactamente donde estaba y como moverse por el lugar, no me pareció extraño, solo pensaba en lo prepotente que se habría de sentir el pobre animal.
Mientras él jugaba, yo comencé a corregir los primeros errores del libro en mi laptop. Inmediatamente me fui a dormir, todo normal, fue a la mañana siguiente cuando todo comenzó.
Créanme o no, cuando desperté, había frente a mi (yo volteando directamente al techo) un hombre viéndome a los ojos, parado a un lado de mi cama, o eso creía que hacía, pues ese hombre no tenia ojos con que verme, solo veía un par de cuencas vacías. Grité como cualquier persona normal lo haría, estaba paralizado, en eso el hombre se deja caer al piso para andar a cuatro patas, se acurruca en una esquina, saca de su bolsa una libreta con una pluma y comienza a escribir.
Tuve la fuerza de levantar la cabeza, el hombre no reaccionó, poco a poco me levanté, aprovechando lo concentrado que estaba él en su libreta, me acerqué a la puerta y la intenté abrir. Tenía algo abajo que lo atoraba; intenté sacarlo, cada vez con más desesperación y sin ningún efecto positivo. Me acerqué a la ventana, estaba tapizada de mucho papel de libreta, era la base en la que había comenzado a escribir mi libro, apenas pocos rayos de luz entraban, lo suficiente para iluminar la habitación. Intenté quitarlos pero parecían estar perfectamente aferrados a la ventana, la golpeé sin un buen resultado.
Volteé y desde su esquina el hombre me estaba observando fijamente, con la fuerte oscuridad interna de sus ojos. Con mucho miedo y temblando demasiado me esforcé en preguntarle: “¿quien eres?, ¿qué quieres de mi?” recibí un fuerte maúllo a cambio, me hizo pensar un poco y busqué un poco en el cuarto, aun temblando y con su mirada inexistente, fija y penetrante encima de mi. No veía al gato ciego en ningún lado; entonces lo noté: aquello que tanto me observaba era mi gato
Al notar que me había dado cuenta de lo que ocurría, el se me acercó, yo desesperado intentaba alejarme de el en vano, y se arrulló conmigo ronroneando, a estas alturas yo estaba a punto de llorar. Cuando vi que se durmió, intenté pensar alguna solución, en ese momento no pude hacer nada, pues si me movía seguro el se despertaría, sin saber como ni porqué, caí dormido.
Desperté y el estaba de nuevo en su esquina escribiendo en su pequeña libreta, esta vez volteando hacia mi varias veces para luego continuar escribiendo en su libreta, me levanté, esta vez con mas confianza porque noté que él no planeaba hacerme daño. Me dió hambre, entonces volvió el pánico de nuevo, estaba encerrado en mi propia habitación, no podía salir a la cocina, no tenía que comer. Mientras pensaba esto escuché un pequeño crujido, era el estómago del gato: los dos volteamos al mismo punto, su panza, luego él me volteó a ver a mí, sin nada que hacer, y yo con los nervios de punta por su mirada oscura tan penetrante le dije un poco tartamudo: “no puedo salir a la cocina, solo si me dejas salir podremos comer” al oir esto me observó por dos segundos más y volvió a su libreta, pensé y busqué soluciones, no había ninguna, estaba y sigo encerrado aquí, con él.
Solo pude pensar en una cosa, en un solo plan: que me rescataran, en menos de una semana la editorial notaría que no aparecí, intentarían contactarme, no respondería, hablarían a la policía e irrumpirían aquí, si el gato pudo volverse humano, o humanoide, o lo que quiera que sea eso, podrá volver a lo que antes fue, entonces parecerá que simplemente me encerré yo solo aquí, y el gato saldrá inocente y atrapará a alguien más. En este momento comienzo a escribir esto, para que cuando entren aquí y me vean muerto de hambre, lean esto y se encarguen del maldito gato.
Han pasado tres días de lo último que escribí, muero de hambre y parece ser que él también, pero no hace nada, sigue escribiendo, sigue observándome, pareciera que me analiza, soy su experimento, soy su muñeco de prueba, ¿Qué quiere de mi?, ¿por qué hace esto?, ¿no fui al único al que se lo ha hecho?, quiero salir de aquí, quiero que ese gato se aleje de mi, no le puedo hacer nada, no cambiaría nada, seguiré atrapado aquí si lo mato, debo seguir su juego, terminar su prueba, quizás así me deje salir, quizás así quede en libertad, solo debo esperar, dejarlo a él terminar, no preocuparme y seguir tranquilo, estoy al borde de la locura, ayuda por favor, AYUDA, AYÚDENME, NO QUIERO SEGUIR AQUÍ, AYUDA!”

Texto encontrado junto a un cuerpo dentro del departamento, el cuerpo se encontró en la cama, sobre él un gato negro y sin ojos. Al cuerpo le faltaban partes de su piel, debajo de las manos habían restos de carne, y lo más espeluznante, parecía que alguien le había arrancado los ojos. Los policías antes de leer esto creían que el estrés había llevado al escritor al borde de la locura, para encerrarse el solo y alimentar a su gato y el mismo con su propia carne, el diario encontrado a un lado del cadáver dio a entender otra cosa. En cuanto los policías entraron al cuarto el gato volteó y los miró con la profunda oscuridad de sus cuencas vacías. Miró fijo a uno de los policías ahí presentes y extrañamente ese fue el único al que el pánico no poseyó, tomó al gato entre sus brazos mientras registraban el lugar. Al irse todos, y antes de que alguien pudiera leer el diario, ese policía se fue directo a su casa con el felino. Desde hace 4 días no se tienen noticias de él ni de su familia.”


sábado, 16 de junio de 2012

La Anciana del Dedo Largo.

Sabido es por cualquier conductor profesional
Que a cierta hora comienza a reinar lo sobrenatural
Hay una hora, y un recorrido que los autobuses evitan
Pues no exagero con decir que está en juego la vida

Dicen que existe un lugar en la ciudad
Que a determinada hora los autobuses quieren evitar
Sucede de noche, bien tarde por la madrugada
A la hora de duendes, gnomos y hadas
Cuando el conductor observa que ya no hay pasajeros
Comienza su martirio, de nada sirven sus ruegos
Un sudor frío recorre su espalda
Mientras a toda velocidad regresa a su morada

De pronto y sin aviso tocan su hombro
Un susurro en su oído: “aquí me bajo, deténgase pronto”
El conductor no lo puede creer
Estaba solo, no había pasajeros con él
Lentamente se da vuelta para ver de quien se trata
Y al fondo, bien lejos una anciana se encuentra parada
El pobre hombre temblando abre la puerta de atrás
La extraña mujer sonríe y comienza a bajar

Bajo la pálida luna el autobús continúa su camino
El conductor arriba reflexiona lo acontecido
Sus colegas tenían razón, el mito es exacto
Pobre hombre, conoció a la anciana… del dedo largo.

domingo, 20 de mayo de 2012

No pienses en el mañana.


Han pasado ya cerca de veinte años, desde que tuve aquella conversación que cambiaria mi vida.
Veinte años desde que aquel niño vino a mi oficina, y me conto, quizás, la historia mas increíble que escucharía en toda mi vida. Una historia que se quedo clavada en mi cabeza tan claramente todos estos años. Desde luego, yo no le creí en ese momento; pero ahora, después de tanto tiempo, después de la vida que he vivido desde esa conversación, no puedo, si no pensar en aquel día con culpa y arrepentimiento, y finalmente miedo.

Yo era director entonces, en la escuela primaria de Northamptonshire, estaba a seis años para retirarme. Un niño llamado Chris fue enviado a mi oficina por haber encerrado a otros dos alumnos en un almacén de la escuela. Yo lo conocía, era buen estudiante; una vez presento un trabajo en una asamblea de la escuela. Siempre me había parecido un tanto brillante y algo tímido. Hasta ese día. Estaba haciendo un gran escandalo, recuerdo, no quería ser enviado a mi oficina.

“No esta bien, esto no esta bien” repetía una y otra vez mientras que Judy, su maestra, prácticamente lo arrastraba dentro. Ella me explico la situación y regreso a su aula de clase. Recuerdo que me quede mirándolo desde detrás de mi escritorio, con la mirada severa que reservaba para ese tipo de situaciones. Una y otra vez lo repetía:

“No esta bien; no se supone que sea de esta manera”

Parecía extraño; en pánico y molesto, aunque no de la manera que uno esperaría de un niño de diez años estaría al ser enviado a la oficina del director. Sus ojos se movían de delante hacia atrás, como cuando piensas demasiado y muy rápido. Eventualmente le dije.

“Christopher. Esto es muy decepcionante.”

Siempre usaba el nombre completo cuando le llamaba la atención a un niño, suena mucho mas serio. Me miró un momento y siguió repitiendo las mismas palabras, parpadeando muy rápido, parecía totalmente confundido.

“Christopher. Christopher. Mírame cuando te hablo. ¡Christopher!”

Recuerdo elevar mi voz hasta casi gritar cuando dijo su nombre por ultima vez, algo que raramente hacia. Sus ojos se clavaron en los míos mientras calló. Creí que empezaría a llorar, siempre es algo terrible ser la causa de ello, así que le dije en un tono más tranquilo:

“Me decepciona verte aquí, est-“

“Mira” Me interrumpió “Algo anda mal en algún lugar. Esto no se supone deba pasar.”

Me sorprendió el ser interrumpido, pero lo que en verdad me impresiono, lo que me dejo sin palabras por unos momentos mientras el continuaba, fue la manera en la que hablo. Su voz era la de un niño, pero su tono era maduro y serio.

“Solo necesito un momento para pensar, puedo resolver esto. Solo necesito pensar”

Sus ojos se movían de un lado a otro. Yo volví a hablar.

“Espero que escuches cuando te hablo jovencito. No me interrumpas.”

Sus ojos se clavaron de nuevo en los míos, y empezó a hablar antes de que yo pudiera continuar.

“Claro, claro, esta bien. Mira, dame cinco minutos para hablar de acuerdo. Cinco minutos, es todo lo que pido”

No estoy seguro de que fue lo que me hizo acceder; tal vez, fue lo peculiar de la situación. Me recargue en el respaldo de mi silla, tome mi pipa y comencé a llenarla con tabaco, aun se permitía fumar dentro en aquellos tiempos en Inglaterra.

“Cinco minutos”

Encendí la pipa y la puse en mi boca, le hice una seña para que se sentara en la silla que estaba a lado de mi escritorio, así lo hizo, y empezó a hablar.

“Muy bien, ¿Cómo empezar? Yo he estado aquí antes, bueno, no en esta situación, pero si en esta escuela, en este tiempo; Ya he vivido esto, yo… ¿Alguna vez viste la película de Groundhog Day?”

Asentí con la cabeza.

“Bien, entonces… ¿Alguna vez has pensado en ir al pasado, viajar a algún punto atrás, pero como  eres ahora? Viajar en el tiempo para rehacer algo pasado en tu vida pero con el conocimiento que posees ahora. Bueno, eso es lo que me pasa a mí, es solo que… No puedo controlarlo, no puedo detenerlo.”

Se recargo en su silla, su rostro tomo un aspecto lúgubre mientras miraba a una ventana de la oficina.

“Viví normalmente hasta mi trigésimo cumpleaños, entones, una mañana me desperté como un niño de cuatro años, de vuelta en mi vieja casa que no veía desde hace 20 años. Suena genial, ser joven otra vez, volver a hacer las cosas que solía hacer, pero mucho mejor… Pero se convirtió en una pesadilla. Aunque, la primera vez, me aproveche de la situación, había obtenido un doctorado en filosofía antes de regresar, podía hacer matemáticas avanzadas, citar a Shakespeare, tocar el piano; era divertido. Era un prodigio. Pero toda esa atención que estaba recibiendo, le estaba siendo arrebatada a mi hermano menor.”

Por primera vez vi sus ojos empañarse, y su voz empezó a temblar.

“Con tanto tiempo y esfuerzo que gastaban en mi, mis padres ya no tuvieron mas hijos. Yo solía tener otro hermano y una hermana, y de repente, ya no existían, y todo era mi culpa. Trate de decirles a las personas lo que estaba ocurriendo, pero es algo difícil de probar. Les decía resultados de los deportes que aun no ocurrían, les advertía de desastres naturales. Y cuando se hizo obvio que mis predicciones eran correctas, el gobierno me arrebato de mis padres, pero hacerme estudios. Drogado, en una habitación completamente blanca. No puedes imaginar lo que son 20 años encerrado en ese lugar…”

Se quedo callado por un momento, mirando hacia la ventana.Sus ojos se volvieron a enfocar en mí.

“Pero volvió a ocurrir, desperté una mañana en la casa de mis padres veinte años mas joven. Esa segunda vez mis padres tuvieron otros dos niños, pero no eran mi hermano y hermana de antes. Eran diferentes, los que yo conocía se habían ido, nunca habían existido. Si quería hacerlos regresar debía entonces evitar que mis nuevos hermanos nacieran, no puedes imaginarte la culpa…”

Se puso de pie, y camino  hacia el escritorio, su cabeza apenas salía por el borde, apenas podía verme.
“Ahora, necesito tu ayuda. Ya van doce veces que pasa. Y creo, que si hago las cosas bien, si mantengo todo como se supone que debe ser, tal vez se detenga. Tal vez ya no tenga que regresar. No se suponía que fuera enviado a tu oficina, no se supone que hables con mi madre de esto. Mira-“

Tomo  una hoja de papel, una pluma y empezó a escribir algo. Me lo dio a mirar. Ya he olvidado lo que escribió exactamente, eran unas complejas operaciones matemáticas.

“Ningún niño debería saber este tipo de cosas.”

Tomo otra hoja y empezó a escribir de nuevo. Nombre, fechas, eventos, me la dio.

“Sé que suena loco ahora, pero, pero solo escucha. Lo que escribí son los acontecimientos próximos y lejanos, lo veras, tómalo. Apuesta en los resultados, haz algo de dinero. Pero por favor, no interfieras ahora, o después. No se supone que tu estés involucrado en esto.”

Recuerdo solo muy poco de la conversación después de eso. Era ridículo, lo que estaba diciendo, como era posible que fuera a creerlo. Le dije que dejara de decir cosas sin sentido y lo envié devuelta a su salón de clase. Llame a su madre a mi oficina cuando paso a recogerlo esa tarde y le hable sobre su mal comportamiento y ese extraño arrebato fantasioso. Aun así, conserve su lista, no estoy seguro de por que, pero lo hice, la mantuve a salvo, en mi estudio.

Leí en el periódico varios años después que Chris se había suicidado, justo en el día que me había dicho que su segundo hermano habría de nacer. Supe también después que su madre había tenido un aborto. Ya ahora me preocupa que eso haya sido culpa mía. Tal vez, si le hubiera hecho caso, las cosas hubieran sido diferentes, quien sabe que efectos pudo haber tenido mi conversación con su madre.

Escribo esto la tarde del 21 de julio del 2017, el día antes de que Chris fuera a cumplir los 30 años. Todo lo que eso chico escribió en esa hoja ha sucedido. Campeonatos mundiales, huracanes, el bombardeo en las torres gemelas. Todo, exactamente como los escribió.

Pero ahora mis pensamientos se centran en el mañana. ¿Qué me pasara a mí? ¿Qué les pasara a mis hijas, o a mis nietas? Si el tiempo regresara para que el vuelva a vivir todo de nuevo, ¿A dónde vamos nosotros? ¿Seguimos sin el? ¿O jamás despertaremos; solo, desapareceremos?

He tenido una larga vida y he hecho grandes cosas, pero ninguna de ellas me ha perseguido tanto  como aquella conversación, y nunca he sentido tanto terror como ahora. Si realmente todo vuelve a empezar, espero hacerle caso la próxima vez.







viernes, 6 de enero de 2012

Un mensaje secreto

No pienses en este mensaje como si fuera el trabajo de un demente. Hay sentido en esta historia, solo escuchame... 

Mires por donde mires veras que algunas personas creen que el viaje en el tiempo es posible, ¿Verdad? Esta bien, dejame decirte algo, es posible. Soy del futuro. Yo sé que no me crees, pero en serio, soy del futuro. Y realmente es algo increible, podemos ver el pasado, observar como ocurrieron todos los eventos importantes... Cosas asi. Ahora sabemos más de lo que nunca supimos. 

Detras de toda esta diversion hay un aspecto más serio. Se supone que no debemos ir a nestro propio pasado, y nunca debemos contactarnos a nosotros mismos. Dejame decirte algo, estoy rompiendo las reglas ahora mismo. Si, estas hablando contigo mismo. Tu futuro yo. Voy a ser ejecutado por esto, pero sabes que? No me importa. Porque estoy previniendo peor que la muerte al estar hablando contigo. No te puedo decir que es, porque los filtros lo captarían. Esto es lo más cerca que puedo, confia en mi. Sin embargo, puedo enviar un pequeño viaje. 

Tuyo es tu destino ahora. Probablemente deberías leer la primera palabra de cada parrafo, ahora mismo. 






El cuervo




Este es un video que hice con ilustraciones de Paul Gustave Dore, y la bellisima narracion de Klara Ana Salas Gomez.
Esta fue emitida en Radio P.I.C.A. (96.6 Barcelona), en su programa El Corazon de las Tineblas, el cual les recomiendo mucho si son amantes de esta clase de poemas, prosas y cuentos.Les dejo su pagina: http://www.elcorazondelastinieblas.com
Disfruten.

Esta mirando

Esa cosa ha estado ahí por casi una semana. Una figura en la ventana. Parece no tener rasgos, solo piel en lo que parece ser una cara humana, y esta presionandose contra la ventana de algun modo. No sé como llegó ahi, y no sé como deshacerme de él. 
Al comienzo creí que era una broma, un muñeco o maniquí que algunos idiotas pusieron para asustarme. Entonces fui a quitarlo desde afuera, pero no estaba ahi. Entonces volví dentro y miré por la misma ventana, y ahi estaba, mirandome. Caminé alrededor de mi casa, gritando a quienquiera que estaba, pero no había nadie ahi. La cosa no tiene pales y esta desnuda, y no parece que tenga ojos, o cara siquiera. Pero su cabeza gira hacia mi cuando entro a la habitacion. Cuando me siento en mi computadora puedo sentir su mirada sobre mi cuello. Pero cuando me doy la vuelta, inocentemente gira hacia otra direccion. 
Finalmente el jueves traté de abrir la ventana, pero esta trancada. Creo que las manos de la cosa la mantienen cerrada. Pero pude ver bien de cerca a su cara. Sus ojos y boca estan dentras de la piel, empujando hacia afuera. 
Me miro, sonriendo. 
Por supuesto que grité. 
Me alejé y golpeé el vidrio con toda mi fuerza, determinado a romperlo y liberarme del monstruo obsevador. Sé que tengo fuerza. El vidrio debería haberse estrellado. Pero no lo hizo. Vibró bajo mi mano, pero no se rompió. Entonces la sonrisa se hizo más y más y más amplia, hasta que parecía que la cabeza se iba a partir por la mitad. Eso levanto su mano y la golpeó contra el video con su palma. Se estaba burlando de mi. Pero vi una diminuta fisura donde lo había golpeado, y retrocedí. No quería que esa sonrisa este en mi misma habitacion. 
Entonces conseguí cinta adhesiva, y empecé a cubrir la ventana. No podía mirarlo directamente, casi me orino simplemente sabiendo que me estaba mirando. Lo mire de reojo. Solo un poco. 
Estaba enojado. 
La sonrisa en su boca ahora me mostraba sus dientes. La piel había sido arrancada de su boca y podía ver hasta su garganta. Una vibracion amenzante inundó la casa, y la pequeña fisura empezó a agrandarse como hielo quebrandose. Quité la cinta adhesiva. La vibracion paró, cerró la boca y volvió a su antigua sonrisa. Ahora es de noche, y el ruido no ha empezado otravez. No hay sonidos, no hay vibraciones, no hay vidrios rotos. Todo esta quieto ahora. Puedo sentir sus garras trepando la espalda de mi silla. Puedo oir a su piel estirandose mientras sonríe. 
Esta mirando lo que escribo.